lunes, mayo 23, 2005

Os cuento de qué va a tratar mi exposición del próximo jueves, día 26 de mayo. He escrito este texto de un tirón y no lo he revisado, así que no os asustéis si lo veis muy oscuro: el jueves quedará más claro.

1.- Cuestiones previas

Cuando se trata de hablar de clases de palabras, lo primero es tener claro el concepto de “palabra”. Sin embargo, aunque tendríamos pocos problemas o ninguno para determinar si algo es una palabra o no, no disponemos de una definición precisa de “palabra”. Esto, por otra parte, no es una cuestión dramática, teniendo en cuenta las dificultades que nos encontramos a la hora de definir cualquier cosa.

Otra cuestión previa es la terminológica. Se han usado muchos términos para referirse a las clases de palabras: categorías gramaticales, categorías léxicas, partes de la oración, partes del discurso, etc. Personalmente, yo prefiero el término llano “clases de palabras”, porque me parece que es menos problemático y más claro que los demás. “Categorías gramaticales” conduce a equívoco con cosas como el género o el tiempo. “Partes de la oración” ha sido un término de arraigo en la tradición, pero que hoy es bastante ambiguo, porque por “partes de la oración” solemos entender las unidades sintagmáticas que la forman... En la Antigüedad, por “partes de la oración” se entendía algo así como “partes del discurso”: unidades sensibles de formar parte de una oración. Por eso después se empezó a usar “partes del discurso”, para desambiguar. Por lo demás, a mí el término “categoría” me parece demasiado rimbombante, por eso prefiero hablar de “clases de palabras”, “tipos de palabras”, etc.

Las clases de palabras han constituido un tema capital de reflexión lingüística durante los últimos 2000 años. Una lista de unas siete u ocho clases se ha transmitido, con leves cambios, de un gramático a otro, desde Aristarco (s. II a.C.) hasta hoy. Esta lista suele incluir los siguientes elementos: verbo, sustantivo, adjetivo, adverbio, pronombre, preposición, conjunción, (interjección).

Desde mi punto de vista, la primera pregunta que uno debe hacerse sobre las clases de palabras es: ¿Buscamos una lista universal de clases de palabras, o sólo nos interesamos por las clases de palabras del español...?

2.- Criterios

Cuando en la Universidad se nos presentan los diferentes criterios lingüísticos empleados a lo largo de la historia, generalmente se nos ofrece una visión bastante “partidaria”: El criterio sintáctico-funcional-comportamental es el bueno, el legítimo, el único “científico”. El criterio semántico es una especie de lacra, una tara, un lastre que arrastra la lingüística precientífica. Y al criterio morfológico se le mira con cierta indulgencia, reconociendo su valor estrictamente formal, pero achacándole demasiado apego a la particularidad de una lengua, poca vocación de universalidad... Yo sospecho que los criterios lingüísticos posibles no son sólo estos tres, y sobre todo que no es apropiado entenderlos como “buenos” y “malos”.

2.1.- Criterios morfológicos

Los criterios morfológicos más aplicados a las clases de palabras han sido dos: las marcas flexivas (palabras variables dentro de un paradigma – palabras invariables), y la tonicidad e independencia sintáctica (clíticos – no clíticos).

El criterio de la flexión tiene algunos problemas: (i) No hay una uniformidad plena a este respecto entre todos los miembros de todas las clases (pronombres sin flexión, determinantes sin género y con número, pronombres con número y sin género...). Además, (ii) depende totalmente de la lengua particular que se examine.

2.2.- Criterios semánticos

Hay dos tipos de criterios semánticos: inherentes y relacionales. Los criterios semánticos inherentes se basan en la idea de que la gramática debería reflejar la misma organización que “observamos” en la realidad: objetos, propiedades, relaciones, acciones, procesos... Los criterios semánticos relacionales son los que hacen afirmaciones del tipo “el adjetivo modifica el significado del sustantivo”, o “el sujeto completa la información del verbo”...

El problema fundamental de la clasificación nocional de las palabras es que aproximadamente un 20% de los casos se le escapan. Alguien dijo que si los verbos son palabras que significan 'acción', entonces "acción" es el más prototípico de entre los verbos. Además, las mismas nociones empleadas para la clasificación son bastante etéreas, lo que significa que no se dejan definir fácilmente, aunque ya hemos dicho que, más allá de una mesa y una silla, las cosas no suelen dejarse definir.

En cuanto al criterio semántico relacional, tenemos el problema de la escasa concreción de conceptos como “modifica” o “complementa”.

Ignacio Bosque sugiere que también es posible entender de otra manera el punto de vista semántico para la clasificación de las palabras: Podemos tener en cuenta cosas como la “capacidad referidora”, la “capacidad de ser predicado”, la “capacidad de ser cuantificador”, la “posesión de argumentos”, etc. Se le puede preguntar a Bosque, en este punto, si no serían sintácticos la mayoría de estos argumentos.

La gramática moderna suele postular muchas veces una absoluta arbitrariedad en la relación entre significados y categorías. Sin embargo, la idea de que una clase de palabras lleva un concepto asociado no es disparatada. La pregunta que parece más interesante en este punto es: ¿Qué tipo de nociones suelen reflejar las lenguas del mundo mediante las diferentes clases léxicas? Hay bastante coincidencia, por ejemplo, sobre los conceptos que codifica un adjetivo en las diferentes lenguas del mundo: dimensiones, color, edad, valor, posición, velocidad...

2.3.- Criterios sintácticos

Hay fundamentalmente dos tendencias: la distribucionalista y la funcionalista.

El distribucionalismo identifica las clases de palabras por el entorno en el que aparecen. El funcionalismo define las clases de palabras por las funciones que pueden realizar en la oración. El distribucionalismo se reduce demasiado a la linealidad, obviando la estructura, y tiene serias limitaciones semánticas. En el funcionalismo tienden a identificarse clases de palabras y funciones, sin que haya un acuerdo general sobre la naturaleza de la relación entre estos dos conceptos.

3.- Clasificaciones más asentadas

Según I. Bosque, son las siguientes:

a) Categorías variables / invariables (flexión).

b) Series abiertas / cerradas.

c) Categorías llenas / vacías (contenido semántico).

d) Categorías mayores / menores (capacidad para tener complementos).

Como vemos, estas clasificaciones no son muy exhaustivas, pero a cambio ofrecen bastante rigor.

4.- Problemas generales

La clasificación de las palabras se enfrenta a una serie de problemas de solución difícil, que normalmente pasa por una decisión arbitraria:

El primero y quizá el más importante es el de la mezcla de criterios. Es la eterna crítica que ha soportado la gramática tradicional. Se supone que una clasificación de cosas pivota sobre un determinado criterio. La clasificación tradicional de las palabras se ha caracterizado por recurrir a los argumentos más a mano, sin escrúpulos sobre la naturaleza sintáctica, morfológica o semántica de éstos. Por eso el sustantivo y el verbo se han definido tantas veces aludiendo a las “sustancias” y a las “acciones”, mientras que para definir el adjetivo y la preposición hubo que hacer referencia a conceptos más relacionales (“modifica a...”).

Otro problema es la divergencia de elementos respecto del grupo contenedor. En estos casos, la decisión de formar un subgrupo o un nuevo grupo es de carácter arbitrario y depende de la opinión más o menos razonada del gramático.

Otro problema es que, con ánimo de postular tan pocas clases como sea posible, se crean superclases poco útiles, como la del adverbio.

Seguramente muchos de los problemas de las clasificaciones de palabras se deben a la voluntad de justificar científicamente una lista de clases preconcebida, heredada, que no se quiere modificar. Es decir, que no intentamos averiguar qué clases de palabras existen, sino que buscamos argumentos para mantener la lista que hemos heredado.

Otro principio de inmovilismo en esta materia es una cierta fusión entre los conceptos de “categoría cognitiva” y de “clase de palabras”. Nos tienta la idea de que las palabras se repartan en las mismas clases que los conceptos con los que percibimos y pensamos.

5.- El esperanto

La primera pregunta que se haría cualquiera es: ¿Qué tiene que ver el esperanto en todo esto? Explicaré que interés creo que tiene el esperanto para la lingüística en general. No es posible crear una lengua artificial como el esperanto sin una teoría sobre el lenguaje, ya sea explícita o implícita. La puesta en práctica de una lengua como ésta constituye un experimento empírico, que puede contribuir a refutar unos principios teóricos.

El esperanto es, tipológicamente, una lengua indoeuropea. Es de tipo aglutinante, aunque tiene algunos rasgos aislantes. El orden de los constituyentes de la oración es libre, pero el más frecuente es SVO. Es una lengua preposicional y de orden adjetivo-nombre. Es una lengua nominativo-acusativa, como la mayoría de las lenguas indoeuropeas, y marca morfológicamente el acusativo. En el plano fonológico, tiene cinco vocales, con tres niveles de apertura: /i, e, a, o, u/ (como el español). El esperanto proscribe los alófonos y los alomorfos, estableciendo una correspondencia biunívoca fono-fonema y morfo-morfema. Su ortografía aplica estrictamente el principio fonémico.

La gramática del esperanto es un esqueleto de gramática. Cuando uno aprende esperanto, aprende vocabulario y morfología, pero nunca estudia sintaxis. La gramática del esperanto está llena de huecos, que el hablante rellena según su propia intuición y competencia. Se puede afirmar que el esqueleto del esperanto se rellena con gramática indoeuropea, sobre todo románica-germánica.

El esperanto tiene una morfología flexiva y una morfología derivativa. La morfología derivativa se ocupa del género (que, propiamente, no es una categoría gramatical en esperanto), de la peyoración y la melioración, del aumentantivo y el diminutivo, de conceptos como ‘conjunto’, ‘parte’, ‘posibilidad’, ‘profesión’, etc. La morfología flexiva, que es la que nos interesa ahora, codifica categorías gramaticales como el número, el caso, el tiempo, la voz... Y, sobre todo, distingue las clases de palabras.

En esperanto, cualquier raíz léxica puede recibir cualquiera de los siguientes morfemas: -o, -a, -e, -as. Si recibe una -o, entonces es un sustantivo. Si, por el contrario, recibe una -a, entonces es un adjetivo. Si a la raíz se acopla una -e, entonces es un adverbio. Si la raíz recibe la terminación -as, entonces es un verbo (en presente). ¿Y qué determina que una raíz reciba una terminación u otra? Su función en la oración. (Aunque esta explicación no la reciben explícitamente los sujetos que aprenden esperanto, ni falta que les hace para aprender a hablarlo.) Esto implica que las raíces léxicas no pertenecen a una clase de palabras por el tipo de noción que representan, lo que invalida las definiciones semánticas de las clases de palabras (por lo menos en esperanto).

Ahora bien, en la práctica yo mismo he constatado que cada raíz léxica se adscribe a una clase de palabras por defecto, y que no se realiza con igual facilidad en cualquier clase de palabras. Es decir, que la raíz para ‘libro’ no se realiza tan fácilmente como verbo (‘librear’, ‘ser libro’, ‘ser/hacer a la manera de un libro’) que como sustantivo (‘libro’), aunque ambas realizaciones son posibles. Hace un par de años hice un pequeño sondeo estadístico entre 26 hablantes de esperanto. Obtuve unos datos que confirmaban esa observación, que no deja de ser bastante obvia, pero tiene consecuencias interesantes.

Parece que la “categorización” de una raíz en esperanto depende de factores no sólo sintácticos, sino también nocionales. Éstos vendrían a restringir las posibilidades de actuación de aquéllos. En una definición completa de las clases de palabras en esperanto sería necesario incluir esta información nocional.

Por otra parte, hay que distinguir una “categorización” (adscripción de una raíz a una clase de palabras) contextualizada -sintagmática- de una categorización descontextualizada -paradigmática-. En mi experimento yo testé sólo la segunda. Para testar la primera sería necesario un estudio estadístico de producciones en esperanto, para comprobar qué categorizaciones son más frecuentes... Pero los resultados son bastante predecibles.

6.- Conclusiones y propuestas

Parece obvio que los criterios nocionales juegan un papel importante en las clases de palabras, aunque también es cierto que no permiten una formalización precisa y útil (necesaria, por ejemplo, para el PLN). Despreciar la información semántica en la definición de las clases de palabras es un error equiparable al de conformarse con esa información.

No tiene porqué haber una única clasificación de las palabras. Una clasificación puede ser más útil que otra para según qué fines. La clasificación “monocriterial” estricta tiene ventajas epistemológicas, pero su aplicación se ha demostrado muy problemática. Prueba de ello es el escaso consenso en esta materia. También es posible mantener, con fines pedagógicos al menos, una clasificación “pluricriterial”, que por otra parte es bastante natural. Cuando clasificamos las cosas de un conjunto de cosas, atendemos naturalmente a las propiedades más sobresalientes de cada cosa, aunque estas propiedades no pertenezcan al mismo criterio de observación.

Una última conclusión es que mantener una estricta coherencia de criterio obliga a postular unas clases de palabras necesariamente distintas de las tradicionales, obtenidas al margen de esa coherencia.


Christian

No hay comentarios: